BLOG DE MIGUEL ANGEL ESTEPAR GONZALEZ

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sábado, 24 de julio de 2010

ZAPATERO, FERNANDO VII Y EL LIBRO DE LA HISTORIA



Seis años después de su llegada a La Moncloa, en trágicas circunstancias, el presidente estaba muy preocupado. Recordando sus estudios de una Historia de España no devaluada por las leyes educativas socialistas, no podía quitarse de la cabeza a quien le antecedió al frente del poder ejecutivo de España doscientos años antes. Un nefasto personaje que –recibido como El Deseado por los españoles que ignoraban su cobarde sumisión a Napoleón– traicionó y decepcionó a unos y otros para acabar alcanzando el final más indigno de un gobernante: quedar mal en el libro de Historia.
La verdad es que Fernando VII se lo ganó a pulso. Tras regalar –en collera con su padre– la Corona de España a Napoleón, al que llegó a felicitar por sus victorias contra los españoles, volvió a España para abolir la Constitución de 1812 y la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Tras afirmar en 1820 “Marchemos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional”, recibió en 1823 al duque de Angulema, jefe militar de los 100.000 Hijos de San Luis que restauraron el absolutismo, con las palabras: “¡Que gran servicio me habéis prestado, primo!”. En su reinado se perdieron las posesiones españolas en la América continental y, para rematar la faena, a su muerte se inició una terrible guerra civil, la primera Guerra Carlista.
Esta conducta mereció juicios tan severos como los de Fernando Díaz-Plaja para quien “Fernando VII no tuvo más objetivo que el de sobrevivir y reinar como fuere”.
Vaya por delante que no considero que sea justo hacer un exacto paralelismo entre El Deseado y Zapatero, salvo en lo referente a que éste tiene todas las papeletas para quedar mal en el libro de Historia y convertirse así en el Fernando VII del siglo XXI. No es Zapatero un mero oportunista al que sólo interesa alcanzar y conservar el poder, sino, más bien, un impulsor mesiánico de una ideología radical-socialista basada en la ingeniería social y en el revisionismo histórico. Por supuesto, que para mantenerse en el poder está dispuesto a pactar con quien sea, sin importarle su deslealtad a la Constitución, a devaluar el concepto de Nación, a desdecirse de su política social –solemnemente proclamada– y, lo que es aún más grave, a comprometer seriamente para el futuro el modelo de Estado y los grandes consensos alcanzados por los españoles en la Transición y que culminaron en nuestra Constitución de 1978.
No le ha importado fomentar la división entre los españoles sobre todo tipo de cuestiones decisivas para la convivencia nacional: el modelo de Estado, la memoria histórica, el uso de las lenguas oficiales, la política exterior, la libertad religiosa, la educación, el derecho a la vida, el sectarismo excluyente con la oposición e, incluso, asuntos en principio técnicos como los trasvases de agua y la energía nuclear. Y en esto si nos recuerda a Fernando VII en cuyo reinado surgieron los gérmenes de divisiones sociales y guerras civiles que ensombrecieron la vida de tantos españoles.
Ahora Zapatero apela a pensar primero en España. Algo que no hizo, aparentemente, al hablar de la Nación como concepto discutido y discutible, al aceptar de antemano cualquier Estatuto que viniese de Cataluña (sin considerar que podría no ser conforme con la Constitución), al intentar una negociación política con ETA, felizmente fracasada, y al dañar seriamente el prestigio internacional de España y de sus Fuerzas Armadas con la ignominiosa retirada de Irak sin esperar, como había prometido en su programa electoral, a una nueva resolución de la ONU. Tampoco pensó primero en España al negar la crisis económica en el año 2008 y no adoptar las medidas adecuadas; o al promover una política internacional que nos ha convertido en el amigo europeo de todo caudillo populista iberoamericano que aspira a perpetuarse en el poder, al tiempo que no criticamos con la energía necesaria los atentados a los derechos humanos que se producen en Irán, Cuba o Venezuela. Se ha perdido en pocos años un prestigio internacional que costó décadas alcanzar.
Bien es verdad que en las relaciones exteriores siempre es mejor la grotesca sumisión ante el poderoso –“No es una cuestión de lo que Obama puede hacer por nosotros, sino de lo que nosotros podemos por Obama”– que la abyecta traición de quien, como Fernando VII, escribió a Napoleón: “Doy muy sinceramente… la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano José en el trono de España”.
En todo caso, y si no cambian mucho las cosas, Zapatero tiene ya, como Fernando VII, un lugar reservado en el libro de Historia de España como uno de los gobernantes que más dividieron y perjudicaron a sus conciudadanos y que éstos no merecieron.
*Luis Peral es senador por la Comunidad de Madrid.
Publicado en el Diario la Gaceta el 24 de Julio de 2010. Todos los derechos reservados.

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